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La Alhambra, 4 años después

20 May

El miércoles pasado estuve en la Alhambra: habían pasado 4 años desde mi última visita. Cuando llegué a esta ciudad, me hice una promesa: mientras viva en Granada, tengo que recorrer la Alhambra de tanto en tanto. Y es un sitio que me gusta tanto que no debería ser nada difícil de cumplir; pero desde la última vez ha pasado mucho tiempo y en ese tiempo han ocurrido muchas cosas.

La última vez que fui estaba a las puertas de mi andadura farmacéutica, en 2º de carrera. Hacía unos meses que había entregado un herbario confeccionado con primor en la asignatura de botánica, bregaba para recuperar la fisicoquímica de primero y creía que el final de la licenciatura estaba lejísimos. Hoy, después de hacer mis pinitos investigadores en el departamento de Microbiología y decidir que aquello del biodiesel no era lo mío, me encuentro arrimada al de Salud Pública, contentísima, acabando el máster y deseando tener la suerte de que una beca FPU me vincule formalmente. Pero antes de llegar hasta aquí hice las prácticas de fin de carrera, que para mí fueron un acontecimiento importante porque me reconciliaron con el mundo de la oficina de farmacia. Siempre había pensado que no quería eso bajo ningún concepto, pero al hacerlas descubrí que me encanta el contacto con la gente. Espero quedarme en la universidad, pero si finalmente eso no fuera posible sé que tengo otra puerta abierta que también me haría feliz, y eso es una suerte.

Las cosas para la gente que conozco también han cambiado mucho. Una chica estupenda, a la que no veo tanto que me gustaría, empezaba su residencia en aquella época y desde hace pocos días ya es una flamante médico de familia. Varios de mis compañeros de farmacia empiezan el FIR ahora. Mi hermano, que era un micaco, está a punto de entrar en la universidad (ánimo, Pablito). Tras algún Erasmus que otro, casi todos mis amigos han acabado sus respectivas carreras o están a punto. En lo que a amores se refiere, ha habido rupturas y creación de nuevas parejas, así como situaciones un poco más indefinibles. Algún amigo ha llegado hasta el Congreso. Otro se acaba de independizar, y lo primero que hizo en cuanto estuvo instalado fue invitarnos a merendar y poner su casa a nuestra disposición si lo necesitábamos, haciendo gala de esa generosidad enorme que le caracteriza. Creo que en general la vida no nos ha tratado del todo mal (por lo menos aún), y en los tiempos que corren eso también es una suerte.

Y es que, si hablamos de los tiempos que corren, el mundo también ha cambiado mucho desde entonces. Hace 4 años no eran muchos los que estaban familiarizados con eso de la prima de riesgo y las agencias de calificación, yo desde luego no. Evidentemente lo que tenemos encima no es una suerte, pero si nos empeñamos en ver algo positivo nos encontramos con la cantidad de gente que ha ido tomando conciencia, “despertando” y diciendo “basta” a lo largo de este tiempo. Algo que hacía falta, sin duda.

Por cierto que otra cosa buena del discurrir del tiempo son las personas nuevas que trae, o aquellas a las que te permite redescubrir. Son personas que te abren las puertas de su casa en la playa. Que discuten contigo apasionadamente sobre cualquier tema y te enriquecen. Que te convencen para hacer submarinismo con bombona, algo que no hubiera salido de ti en la vida. Que amplían tus conocimientos de cine. Que te enseñan a ser una buena epidemióloga. Que se prestan a que les saques sangre. Que en dos días organizan contigo un interrail y allá que os vais. Que te organizan rutas albayzineras en las que no dejas de aprender. Que te acompañan a exposiciones, a los comedores, a manifestaciones y a cualquier sitio. También a la Alhambra.

De todos los cambios buenos y malos de estos años, me quedo con la cantidad y calidad de la gente que quiero y que me quiere, nuevos y antiguos. Porque haciendo balance, en todos estos años no ha disminuido ni un poquito. Y eso, creo, es la mayor suerte de todas.

Mientras tanto, ajena a los cambios, la Alhambra permanece en su sitio inmutable y hermosa. Me pregunto qué cosas nuevas habrán sucedido en mi vida la próxima vez que camine por sus palacios y jardines.

Despidiéndonos del año

30 Dic

Creo que estas viñetas de Mafalda expresan magistralmente el sentir general respecto al año nuevo que se avecina:

Mafalda es atemporal y sus tiras siguen plenamente vigentes en la actualidad, pero a veces me gustaría que Quino la resucitara. Sin duda, tendría muchísimo que decir acerca de la situación que estamos viviendo a nivel mundial. Porque con la que está cayendo…

En fin, que tengáis un magnífico 2012 todos =)

El anuncio de Coca Cola, o por qué el mundo no va a mejor

2 Feb

No se puede negar que Coca Cola tiene un gran equipo de publicistas y ha hecho muy buenos anuncios (ahora se me vienen a la cabeza el de «despedido» y el del niño que intenta reconciliar a sus padres). Pero creo que somos varios los que opinamos que el último es una tomadura de pelo a lo grande. Lo dejo aquí por si alguien aún no lo ha visto, cosa que dudo mucho (el bombardeo en televisión es constante, hasta para quienes la vemos poco).

De modo que por cada tanque que se fabrica, se fabrican 131.000 peluches. Apuesto que la mayor parte de esos peluches no llegan precisamente a los niños de los países donde los tanques están en la calle. De hecho, y desgraciadamente, esos niños crecidos en un ambiente de guerra no tienen infancia en absoluto.

Otro tanto con la persona corrupta y los donantes de sangre. Una sola persona corrupta, que esté situada bien arriba, puede liarla lo suficiente como para arrasar un país entero y cargarse su cobertura sanitaria, por muy buena voluntad que tengan esos ciudadanos que donan. Sin duda es un alivio saber que hay un millón de mamás haciendo pasteles de chocolate, pero en contrapartida hay unos cuantos millones más que ni siquiera tienen nada para dar de comer a sus hijos. En un país desarrollado económicamente, claro que hay parejas que buscan un hijo. Lo malo es que te toque nacer en cualquiera de «los otros países», donde por falta de educación sanitaria y de medios acaban viniendo más niños de la cuenta, por supuesto más de los que una familia puede mantener. Y puede que hasta con sida y otras enfermedades que aquí se evitan con mayor facilidad. Y así podría seguir y seguir…

En definitiva, lo malo del anuncio es que está dirigido a ciudadanos del primer mundo, felices y satisfechos con su paz doméstica. Ahora se hace más evidente que nunca que el mundo está mal, que el sistema que tenemos es erróneo. Y por mucho que se quiera «desinformar», cualquier persona por poco avispada que sea puede darse cuenta de ello, aunque su única fuente de información sean las noticias de cualquier telediario (entre anuncio y anuncio de Coca Cola, claro). El anuncio parece hecho ex profeso para recordarnos que sí, que pasan cosas malas, pero que en cualquier caso están muy lejos. Que se compensan con otras cosas buenas (que, por supuesto, sólo disfrutamos nosotros). Que no se nos ocurra plantearnos actuar. No merece la pena, se acabará arreglando solo. Como en los cuentos, que acaban ganando los buenos (y sería más exacto decir «los protagonistas»). Resumiendo: «estáte tranquilo y quietecito».

Que nadie piense que esto es un alegato del pesimismo. Al contrario, defiendo firmemente la alegría y la felicidad. Pero siempre que esa felicidad no sea una venda en los ojos ni mantenga dormidas las conciencias.

Pensadlo.

 

Una imagen curiosa que he encontrado en la red.

P.S. Por cierto, a los de Coca Cola les encanta llenarse la boca hablando de felicidad y de que el mundo mejora, pero la empresa ni ha contribuido ni contribuye a esas dos desideratas. Por poner un ejemplo, echad un vistazo aquí.